"Los aguacates de sangre”: bajo yugo templario en Michoacán

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1a Parte:


Las colinas del estado de Michoacán, al oeste del país, tienen un encanto casi mediterráneo. Las plantaciones de aguacate ocupan gran parte de México, y las hileras de sus pequeños árboles recuerdan los olivares del sur de Europa.

En estas idílicas plantaciones se cultivan millones de kilos de aguacates para su consumo en Norteamérica. Pero bajo la piel verde y fresca de la fruta (y de los cuencos de guacamole que produce) se esconde una oscura historia: los Caballeros Templarios. Se trata de un cártel del narcotráfico, infiltrado en el sector del aguacate y que controla el mercado local, desde la producción hasta su distribución.

En México, el aguacate es un alimento básico desde hace miles de años. También es el principal producto de exportación de Michoacán, donde se encuentra el 72% de todas las plantaciones mexicanas de esta fruto. Más del 80% de los aguacates de Michoacán se exportan a Estados Unidos (principalmente la aceitosa variedad Hass). En el último semestre del 2012 y principios del 2013, EE.UU. importó este producto por valor de casi 1 billón de dólares. No sorprende, pues, que haya sido apodado como el
“oro verde”, ya que produce más beneficio que cualquier otro cultivo, incluida la marihuana.

Pocos aquí saben más de los aguacates que Jesús, cuya familia ha cultivado y visto crecer el aguacate durante generaciones. Jesús, de 50 años de edad, me llevó por sus tierras para enseñarme los entresijos de este mercado… eso sí a condición de que no revelara su verdadero nombre. Como muchos otros cultivadores de aguacate, teme a los Templarios.

“El aguacate nos hizo muy ricos”, nos cuenta mientras atravesamos kilómetros y kilómetros de plantación. “Un comerciante puede ganar, con una sola hectárea y una cosecha cada seis meses, hasta 1 millón y medio de pesos al año (113.000 dólares). En los buenos años, yo ganaba fácilmente un millón y medio de dólares al año”.

Esos buenos años son las décadas de los 80 y 90, cuando la familia de Jesús se contaba entre las más acomodadas de Michoacán. Esos días han desaparecido: el año pasado, Jesús apenas obtuvo un beneficio total de 15.000 dólares. Hubo un tiempo en que tenía más de 100 trabajadores; ahora solo quedan siete. “Los Templarios han arruinado mi negocio”, comenta. “No sé cuánto aguantaré hasta que quiebre”.

Durante décadas, los ricos narcotraficantes han comprado plantaciones de aguacate para el blanqueo de dinero o para legitimar sus ingresos. Sin embargo, no fue hasta hace siete años que los Templarios se involucraron más en el negocio de la fruta.

El cártel proviene de un grupo de narcotraficantes conocido como La Familia Michoacana. La Familia fue fundada por Nazario Moreno, apodado El Loco, un antiguo predicador que, supuestamente, escribía su propia versión de la Biblia y reclutaba nuevos miembros en centros de desintoxicación. La Familia ganó, bajo su tutela, miles de adeptos, la mayoría de ellos convertidos a la extraña variante que Moreno desvió del cristianismo evangélico. Su doctrina utilizaba versículos del Antiguo Testamento para justificar decapitaciones y otras prácticas brutales. No contenta con el tráfico de marihuana, cocaína y heroína, La Familia protagonizó una variedad de escándalos de extorsión en Michoacán. El negocio del aguacate fue uno de ellos.

Tras el supuesto asesinato de Moreno, en el 2010, las luchas internas terminaron por disolver la banda, que se regeneró en los Templarios. Esta nueva banda amplió la incursión de Moreno con extorsiones y secuestros. Más aún, los agricultores y comerciantes del aguacate aseguran que los Templarios no sólo les exigen dinero sino que controlan los cultivos y las plantas de embalaje.

En Michoacán, muy pocos se atreven a hablar abiertamente sobre los Templarios. Los agricultores prefieren, simplemente, llamarlos «los malos». Con unas 100.000 personas trabajando directa o indirectamente para el cártel, aquí impera el estado de alerta.

“Nos observan en todo momento”, explica Jesús mientras comemos un taco en Uruapán. En cuanto un hombre de unos 30 años, con gorra, se sienta a su lado, cambia rápidamente de tema. El joven lleva una espada tatuada en el codo, uno de los símbolos de los Templarios.

Continúa ...

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